Rogelio Mayta, canciller de Bolivia contra el «neoliberalismo». Canciller de Bolivia, Rogelio Mayta, dice que en cualquier lugar donde se esté luchando contra el neoliberalismo no se puede considerar parte de la “periferia”.
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Por Rogelio Mayta
La humanidad se encuentra en un momento crucial. No son solo la guerra y el cambio climático los que amenazan la vida en nuestro planeta. Las ideologías y algunas personas también.
Sabemos que el dinero y la producción de riqueza y bienestar han creado una brecha cada vez mayor y más profunda entre las personas, los barrios, las ciudades y los países, brecha que se ha agudizado con la pandemia.
Entonces me gustaría que dejáramos de pensarnos como una periferia pobre en un proceso de globalización que ha sido desigual, colonial y racista.
En Bolivia, desde principios de este siglo, hemos batallado algunas de las cuestiones más importantes y decisivas para el futuro de la humanidad: el agua, nuestra sagrada hoja de coca, los bienes que tenemos y que podemos compartir gracias a la generosidad de los Pachamama y, por supuesto, el derecho a tomar decisiones colectivas sobre nuestras vidas.
Cada batalla, cada sacrificio realizado desde lugares como El Alto (en La Paz) y Cochabamba, nos enfrentó y nos confronta con los dueños del poder y del dinero.
Dignidad
En el centro de cada una de nuestras luchas está nuestra necesidad primordial de seguir vivos, de construir finalmente un mundo adecuado para que todos nosotros vivamos con dignidad.
No mañana, hoy. Bolivia es el centro del mundo. Como lo es Dakota del Norte, o Chiapas, o los barrios pobres de Caracas.
Sí, somos pobres y estamos lejos de los poderosos centros de decisión económica y política. Pero al mismo tiempo, vivimos en el centro de las batallas más importantes. Batallas libradas desde nuestras más pequeñas trincheras, comunidades, barrios, ciudades, selvas y bosques.
Lo que les estoy describiendo no es un simple cambio de discurso. Queremos pensarnos de otra manera, porque si hacemos eso, en el centro de la verdadera batalla por la vida, podemos mirar al mundo ya nuestras hermanas y hermanos con ojos nuevos. Si estamos condenados a estar en los márgenes, no llegaremos lejos.
Saqueo
Es construyendo así, desde los cientos y miles de centros en los que se define la vida, que luchamos por lo más esencial: agua, alimento, techo, educación, dignidad, quizás desde ahí podamos construir un nuevo horizonte. Entretejiendo nuestras necesidades, nuestros logros, incluso nuestros errores, es posible desmontar siglos de colonialismo, de brutal saqueo de nuestros territorios y de sometimiento forzado de nuestros pueblos.
En Bolivia hemos tenido que recurrir a nuestras milenarias tradiciones y saberes aymaras y quechuas; por ejemplo, pueblos que definen mucho de lo que es este país. Pero no son sólo los pueblos de origen indígena los que han luchado contra el capital. Tampoco es obligación de un pueblo ser la vanguardia o la reserva moral del género humano.
Barricadas
Somos lo que somos. Sabemos, entre nosotros, lo que nos heredaron nuestros abuelos. Por eso, desde nuestra experiencia vivida, los invito a emprender este camino, primeramente restableciendo lo importante, para que empecemos a mirarnos como se veía a la gente en las calles de Cochabamba después de la Guerra del Agua, sabiendo que es posible y que hay otra vida esperándonos detrás de las barricadas, detrás de los paros y los cortes de ruta, y ese es nuestro patrimonio común.
Esto también nos pasó en octubre de 2003, cuando El Alto se convirtió, por unos instantes, en el centro del mundo. Con palos y con piedras, con voluntad, los aymaras rechazaron la venta de nuestras riquezas, la muerte prescrita por un presidente corrupto e insensato.
Allí, en este ardiente epicentro, se jugaba todo lo importante. Los centros de poder y de toma de decisiones globales eran nuestra periferia. Sin duda, no creo que seamos la periferia. Este mini-censo no pretende ser paralizante. Todo lo contrario.
Como boliviano, como aymara, como alguien que ha vivido dentro de una de las batallas más decisivas para cambiarlo todo, sé que no podemos ignorar la catástrofe diaria que vimos en Sri Lanka, en los barcos llenos de refugiados en el Mediterráneo, en ese muro que separa Norteamérica del resto de América, en los territorios aborígenes de Australia, o en la hambruna que viven las niñas y niños en La Guajira en Colombia.
Horizonte
Para poder vislumbrar la inmensidad de nuestro horizonte, para poder soñar despiertos cuando contemplamos el altiplano andino y sus cumbres, tal vez deberíamos darnos una perspectiva diferente, un nuevo centro.
En Bolivia, como en tantos otros lugares, lo que está en juego no es un conjunto de bienes o un pedazo de tierra, ni siquiera un gobierno. Hemos luchado por defender la vida misma, por nutrirla y verla crecer con dignidad. No sabemos de nada más importante que hacer en estos tiempos difíciles.
Somos el centro del mundo.