Delphine Blast, la fotógrafa y su relación con las cholitas en finos retratos. Cuando la francesa Delphine Blast visitó el país en 2005 le fascinaron los colores y los patrones de la ropa. Irónicamente ha servido como símbolo de opresión de las mujeres en Bolivia, llamada cholitas por generaciones.
Delphine Blast
Las mujeres indígenas de Bolivia «ya no se avergüenzan de sus orígenes». Cualquiera que haya visitado a Bolivia recordará una cosa: las mujeres indígenas con sus faldas con capas y coloridos chales o mantas alrededor de sus hombros. En su cabeza un pequeño bombín, bajo el cual emergen largas trenzas.
La fotógrafa francesa Delphine Blast visitó el país en 2005. Se sintió cautivada por las cholitas. Esta apelación es la trivialización de Cholo, un nombre español peyorativo para las personas con raíces indígenas. Hoy, sin embargo, las mujeres orgullosamente se llaman cholitas.
Hasta no hace muchos años las cholitas eran discriminadas: se les negaba el acceso a ciertos restaurantes y cafés, plazas públicas, taxis e incluso algunos autobuses públicos. Blast ratifica que «durante generaciones no se les permitió circular libremente en la plaza central de la capital, la Plaza Murillo o en suburbios ricos, como la Zona Sur».
Cuando Blast regresó a Bolivia diez años después, quería saber cómo había cambiado el estado de las mujeres. Fue a festivales tradicionales todos los fines de semana y se dirigió directamente a ellas. La mayoría acordó unirse al proyecto fotográfico: querían compartir su cultura y tradiciones.
Blast decidió disparar a las cholitas en el estudio con luz artificial. «Quería mostrar su atuendo único, por lo que el estudio podía resaltar los colores brillantes y todos los detalles». Pasaron por su lente 35 mujeres.
Los retratos se tomaron sobre el trasfondo de textiles tradicionales bolivianos. Muchos de los colores corresponden a la bandera indígena de Bolivia. En post-producción la fotógrafa trató al material en forma de círculo, simbolizando Pachamama (Madre Tierra), figura central en las creencias espirituales indígenas.
Todas las mujeres usan un atuendo único: faldas con capas de colores, llamadas pollera, que consisten en varios metros de tela, incluyendo hasta diez enaguas, que las hacen parecer redondeadas. Como chal sirve ya sea una manta simple o una bufanda de seda de colores. Según la riqueza de la familia, los pendientes y otras joyas complementan la ropa.
El sombrero melón se sienta entronizado en el medio de la cabeza. Hay diferencias regionales en la forma y en cómo se los usa. Hay varias historias sobre cómo llegaron los sombreros a Bolivia. Lo cierto es que no estaban a la venta hasta que la gente de negocios se los vendió a las mujeres indígenas como una tendencia de la moda de Europa.
Esto probablemente ya no sea tan fácil. Las mujeres están bien conectadas. Son activas en política, moderando programas de televisión, trabajando como conductores de autobuses, estudiando en universidades y apareciendo en desfiles de moda. La percepción y aceptación de las cholitas ha mejorado según Bast en los últimos años.
«Todavía hay discriminación, pero su situación ha mejorado mucho», dice Blast. «Todas están muy orgullosos de su identidad cultural».