Bolivia, mujeres mecánicas sufren el machismo

Bolivia, mujeres mecánicas sufren el machismo. En Bolivia cada vez más mujeres mecánicas conviven con ser amas de casa o vendedoras ambulantes en un tipo de trabajo marcado por machismo.

Bolivia mujeres mecánicas

En Bolivia, cada vez más mujeres han pasado de ser amas de casa o vendedoras ambulantes a incorporarse al ruidoso mundo de los motores, con las manos ahora cubiertas de grasa tras aprender ese toque especial para hacer funcionar un coche. Pero con frecuencia tienen que soportar el machismo o el sexismo, la injusticia y la desconfianza en sus habilidades con las herramientas.

La mecánica automotriz se asocia tradicionalmente con hombres masculinos que usan monos manchados de aceite. En La Paz y otras ciudades bolivianas, a lo largo de los años, muchos talleres de reparación de automóviles han pasado de ser talleres precarios en la calle a instalaciones modernas con equipos de alta tecnología.

Los vehículos también han pasado de sistemas de tuercas y engranajes operados por humanos a automóviles gobernados por electrónica.

Sin embargo, la apertura a las mujeres no ha evolucionado de la misma manera en la profesión, ya que es poco habitual encontrar mecánicas femeninas.

Los talleres de reparación de automóviles no aparecen en los estudios sobre empleo informal en América Latina de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), aunque los talleres mecánicos están muy presentes en el sector informal.

“A los cinco años aprendí a través de las lágrimas. Mi padre me pedía una llave de horquilla, pero como no sabía cuál era, me la tiraba a la cabeza”, dijo a IPS Miriam Poma Cabezas, técnica superior en electromecánica, hoy de 50 años, divorciada.

Desde aquel incidente, mezcla de anécdota y aprendizaje forzado, han pasado 45 años, la mayoría dedicados a la profesión de mecánica especializada en motores y ahora en la electrónica de vehículos de alta gama, en un taller del que es copropietaria. en la ciudad de El Alto, junto a La Paz, capital política del país.

Sopocachi

En una concurrida calle del barrio paceño de Sopocachi, Ana Castillo utiliza complejas técnicas para desmontar llantas de caucho, identificar los daños, limpiarlas y aplicar químicos para repararlas. A sus 56 años, es una experta en el oficio.

Cobra alrededor de 1,50 dólares por cada neumático reparado, lo que implica hacer un esfuerzo vigoroso para aflojar las tuercas oxidadas, con el fin de encontrar el pinchazo en los neumáticos gastados en medio del fino polvo negro que ha oscurecido sus manos durante 20 años.

“Dios me puso aquí y me encanta porque hay que usar las fuerzas. Me volvería loca estando quieta”, dice a IPS Castillo, quien estudió Derecho, aunque nunca ejerció la abogacía, mientras acciona rápidamente una llave que cruje al aflojar una de las tuercas, dura y mohosa por el agua y la suciedad.

Pero no sólo repara neumáticos. También es especialista en la reconstrucción de coches clásicos, actividad por la que se está haciendo muy conocida.

Con mucho esfuerzo, Poma logró montar su propio taller de reparación electromecánica de alto nivel, pero antes había trabajado durante años como cuentapropista informal, no solo en mecánica automotriz.

Taller mecánico

Por su parte, Castillo denunció la confiscación municipal de un terreno donde quería construir el taller mecánico de sus sueños, junto a su esposo Mario Cardona. Un fallo judicial les concedió el derecho de uso del terreno y una resolución del ayuntamiento lo confirmó, pero aún no les han devuelto el terreno.

Un caso como tantos otros

El sector de la mecánica automotriz es sólo un ejemplo de aquellos en los que la participación de las mujeres bolivianas es particularmente difícil porque son vistas como profesiones tradicionalmente masculinas y existe una fuerte resistencia a que las mujeres irrumpan en este campo, ya sea por necesidad o por vocación.

Mujer boliviana

ONU Mujeres destaca que Bolivia “es el tercer país del mundo, después de Ruanda y Cuba, con mayor participación política de mujeres”: 51 por ciento en la Cámara de Diputados y 44 por ciento en el Senado.

Pero esta alta presencia femenina en la política de este país sudamericano de 12,3 millones de habitantes no se traduce en un impulso para las mujeres en otros ámbitos, particularmente en los negocios y el empleo formal.

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