Bolivia, crisis del gobernante MAS genera especulaciones

Bolivia, crisis del gobernante MAS genera especulaciones. Las elecciones nacionales de Bolivia de 2020 marcaron el regreso al poder del Movimiento al Socialismo (MAS) pero la crisis actual borra los buenos tiempos.

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La actual crisis del MAS en Bolivia se remonta a 2019. Morales, quien fue impulsado a la presidencia de la República por los levantamientos insurreccionales de la década de 2000, había batido entonces un récord de longevidad en el poder. En 2016 había intentado sobrepasar el límite de mandatos sucesivos fijado por la Constitución, antes de organizar un referéndum sobre la cuestión.

Aunque el 51% de la población votó «no», se postuló para presidente en base a un veredicto legal cuestionable del máximo tribunal electoral del país. Esta situación constituyó motivo de movilización de la franja protestante de la clase media y de los comités cívicos regionales empeñados en derrocar al MAS.

Para evitar una segunda vuelta, el sistema electoral boliviano requiere que el candidato principal obtenga más del 50% de los votos, o más del 40% de los votos combinados con una diferencia del 10% con el candidato que quedó en segundo lugar.

En la noche de las elecciones de 2019, un conteo inicial mostró que Morales ganó el 45% de los votos frente al 38% del subcampeón de centro-derecha Carlos Mesa. Pero después de un retraso inexplicable de 22 horas, la nueva cuenta mostró una ventaja de 10 puntos sobre Mesa, obviando la necesidad de una segunda ronda.

Este cambio tardío en beneficio de Morales, aunque plausible dada la demografía de las regiones que se encuestaron por última vez, dio la impresión de manipulación electoral. Toda la oposición había denunciado fraude, aunque no podía aportar ninguna prueba, y había sido apoyada por la Organización de los Estados Americanos (OEA).

Huída de Morales

Fue así como estallaron violentas protestas contra Morales en todo el país y la extrema derecha de las tierras bajas orientales, respaldada por el ejército y la policía, lanzó un golpe encubierto contra el gobierno, obligándolo a renunciar.

Esta insurrección fue esencialmente obra de las poblaciones pequeñoburguesas y mestizas, aunque algunos elementos populares se vieron arrastrados a este frenesí. Teniendo como único punto de reunión una negativa -fuera Evo-, este levantamiento no proponía ningún programa alternativo.

Elecciones 2020

En las elecciones generales en diciembre de 2020, el candidato Luis Arce, respaldado por Evo Morales, devolvió al MAS al poder con el 55% de los votos. Carlos Mesa, el más moderado de los golpistas, obtuvo un puntaje bajo: 29% de los votos.

El MAS ganó en cinco de los nueve departamentos, con mayoría en ambas cámaras de la Asamblea Legislativa Plurinacional. Y por una buena razón: sectores enteros de la clase media generalmente “indecisa”, que se había inclinado hacia la derecha a favor del golpe, se alinearon detrás de Arce y su programa para combatir la crisis económica.

Luego de reconocer públicamente los errores de las pasadas administraciones del MAS, Arce llamó a la «renovación» nacional y prometió restaurar la estabilidad, reavivando la nostalgia por los años prósperos del primer período de Morales (2006-14).

Arce podía aprovechar su pasado para ganarse la confianza: se había desempeñado como ministro de Finanzas del MAS en un momento de altos precios de las materias primas, acumulación sostenida, ganancias históricas en los sectores extractivos y mejoras en las condiciones de vida de la clase trabajadora y el campesinado urbano.

En última instancia, superó a Morales en 2019 en todo el Oeste. Esta contundente victoria no estaba planeada: las encuestas habían indicado solo una exigua ventaja para el MAS en la primera vuelta.

Lucho, otra fase

Luis “Lucho” Arce fue una elección personal de Evo Morales, frente al candidato predilecto de la coalición de movimientos sociales, David Choquehuanca. Morales solo había accedido a regañadientes a incluir a este como compañero de fórmula.

El eslogan de la campaña del MAS – Lucho y David, un solo corazón – traicionó una creciente preocupación por las divisiones que se estaban gestando dentro del partido. A diferencia de Choquehuanca, Arce no era de origen indígena, nunca había mostrado ambición de liderazgo y no tenía una base social propia, por lo que algunos dudaron de su capacidad para reemplazar a Morales. Los resultados de las elecciones desmintieron estas preocupaciones.

Arce, a diferencia de otras figuras del MAS, casi nunca había tenido participación política en movimientos indígenas o de lucha social. Se convirtió en el primer ministro de Hacienda de Morales en 2006 y permaneció así durante toda su presidencia. Durante su mandato, aisló su cargo de la presión de los movimientos sociales y se adhirió rígidamente a los objetivos de controlar la inflación.

Christopher Sabatini, investigador de Chatham House, lo describió como “una fuerza tecnocrática y moderada dentro del gobierno de Morales”, que ha “mantenido buenas relaciones con instituciones financieras e inversores internacionales.

A dos años del inicio del mandato de Arce, los resultados siguen siendo mixtos. Ciertamente, el presidente ha mantenido sus primeros compromisos políticos desde que asumió el cargo, en particular implementando transferencias en efectivo de $ 140 por mes a alrededor de un tercio de la población, estableciendo un impuesto simbólico a las grandes fortunas nacionales. En general, sin embargo, su administración tecnocrática es ajena a las aspiraciones transformadoras de la primera presidencia de Morales.

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