Amazonía boliviana, las empresas pueden forestar lo que deforestaron

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Amazonía boliviana, las empresas pueden forestar lo que deforestaron. El gerente general de Mighty Earth, Glenn Hurowitz, confía en que las empresas responsables de la deforestación en la actualidad pueden poner fin a su actividad de manera rápida y decisiva, porque lo han hecho antes.

Amazonía boliviana

En lo profundo del bosque de la Amazonía boliviana el fuego quema miles de hectáreas de la antigua selva amazónica. Es una forma cruda de destruir un ecosistema. Este simple acto de destrucción, prehistórico en sus orígenes aunque moderno en su escala, está moldeando nuestro mundo.

Esta es la frontera donde la agricultura «moderna» se encuentra con la naturaleza. Aquí es donde millones de años de carbono acumulado se convierten en el veneno que está calentando nuestra atmósfera. Y donde los perezosos y los jaguares son empujados a rincones cada vez más pequeños de la otrora vasta selva tropical.

Una vez que se tala el bosque y se expulsa a los indígenas, la modernidad de esta escena se vuelve más evidente. Las compañías de agricultura comercial financiadas por enormes gigantes agrícolas mundiales como Cargill y Bunge plantan la tierra con soja de alta tecnología una vez que se ha limpiado.

En muchos casos usan tractores cargados con cientos de miles de dólares en equipos de cómputo para monitorear cada metro cuadrado de campos de soja que pueden tener una extensión de 100 km2. Los agricultores comerciales están orgullosos de su tecnología. Esta parte del proceso de cultivo de soja les hace sentir que están a la vanguardia de la sociedad. Se jactan de la eficiencia, pero todos ignoran la barbarie en la raíz de todo el proceso.

La deforestación que allanó el camino para estas vastas operaciones de soja es pura barbarie. Incluso en sus propios términos: Cargill afirma que el propósito de sus operaciones es «alimentar a un planeta en crecimiento». Hay 1,25 millones de km2 de tierras previamente deforestadas y degradadas en los trópicos donde la agricultura puede expandirse sin sacrificar los bosques.

No obstante las compañías inescrupulosas han seguido comprando soja y otros productos que tienen su origen en vastos incendios como los de Bolivia, que son comunes en Brasil, Argentina, Paraguay, así como en los bosques del Paraíso del sudeste asiático.

Gobierno: responsable pero ausente

¿Por qué esta deforestación todavía está ocurriendo cuando la agricultura puede expandirse sin efectos horribles? Parte de la culpa recae en los gobiernos. Demasiados gobiernos nacionales de los bosques lluviosos -y las sociedades que ellos representan- continúan tolerando la corrupción y dejan que las grandes compañías expropien sus recursos naturales en beneficio de sus propietarios extranjeros.

No es que los países desarrollados sean inmunes. Tanto Europa como Estados Unidos tienen mandatos de biocombustibles extremadamente imprudentes apuntalando segmentos de su industria agroindustrial nacional que requieren que un cierto porcentaje de la gasolina quemada en los tanques de combustible del automóvil provenga de biocombustibles: aceite de palma, biodiesel de soja y etanol de maíz.

En América Latina, Rainforest Foundation Norway y el gobierno noruego son los únicos financiadores principales que han estado dispuestos a apoyar el tipo de activismo contundente al que responde el sector privado. Se necesita más.

El mundo está en una carrera contra el tiempo,. Nuestros gobiernos no están actuando o se están moviendo en la dirección equivocada. Paradójicamente, debido a factores políticos, incluso en sociedades nominalmente democráticas, los ciudadanos tienen más oportunidades de hacer oír sus voces a través de las empresas de las que compran bienes que de los gobiernos que han elegido para actuar en su interés.

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